El desastre es el don, da el desastre: es como traspasar el ser y el no ser. No es advenimiento (lo propio de lo que ocurre), aquello no ocurre, de modo que ni siquiera alcanzo este pensamiento, salvo sin saber, sin la apropiación del saber. O bien ¿será advenimiento de lo que no ocurre, de lo que se da sin ocurrencia, fuera del ser, y ocmo por derivación? ¿El desastre póstumo?
En la medida en que el desastre es pensamiento, es pensamiento no desastroso, pensamiento de lo exterior. No tenemos acceso a lo exterior, pero lo exterior siempre nos ha tocado la cabez, sinedo lo que se precipita.
El desastre, lo que se desextiende, la desextensión sin el apremio de una destrucción; el desgaste vuelve, siempre desastre de después del desastre, regreso sigiloso, no estragador, con el que se disimula. El disimulo, efecto del desastre.
El desastre oscuro es lo que lleva la luz.
El desastre inexperimientado, lo sustraído a cualquier posibilidad de la experiencia (límite de la escritura).
Es menester repetirlo: el des-astre des-escribe.
Ello no significa que el desastre, como fuerza de la escritura, esté fuera de la escritura, fuera de texto.
El desastre es lo que no puede acogerse sino como la inminencia que gratifica, la espera del no poder.
Más allá de la seriedad está el juego, pero más allá del juego, buscando lo que deshace el juego, está lo gratuito, al que no cabe sustraerse, lo casual bajo el que caigo, siempre ya caído.
El pensamiento del desastre, si bien no extinge al pensamiento, nos deja sin cuidado ante las consecuencia que pueda tener este mismo pensamiento para nuestra vida, aleja cualquier idea de fracaso y de éxito, reemplaza el sliencio ordinario, aquél al que falta el habla, por un silencio distinto, distante, en el cual el otro es el que se anuncia callando.
Maurice Blanchot
La escritura del desastre
Ed. Monte Ávila 1990
g+ 20-11-2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario