jueves, 22 de febrero de 2018

EROS UNIVERSAL

El Eros, que, según Platón, dirige el alma, tiene poder sobre todas sus partes: deseo (epithymia), valentía (thymos) y razón (logos). Cada parte del alma tiene su propia experiencia del placer e interpreta lo bello de forma propia en cada caso.

Foto

Hoy parece que es sobre todo el deseo (epithymia) el que domina la experiencia de placer del alma. Por eso las acciones pocas veces están impulsadas por el valor (thymos). Es timótica, por ejemplo, la ira, que rompe radicalmente con lo establecido y hace comenzar un nuevo estado. Hoy cede su puesto a los enfados o los descontentos. A estos les falta la negatividad de la ruptura. Y así, dejan que siga existiendo el estado actual.

Sin Eros degenera también el logos, que se convierte en un cálculo dirigido por datos, sin capacidad de prever el acontecimiento, lo incalculable. El Eros no ha de confundirse con el deseo (epithymia). Es superior no solo al deseo, sino también al Thymos. Lo incita a producir bellas acciones. El Thymos es el lugar donde puede existir contacto entre el Eros y la política.

Interrumpe la perspectiva del uno y hace surgir el mundo desde el punto de vista del otro o de la diferencia. La negatividad de una transformación revolucionaria marca un camino del amor como experiencia y encuentro: «Está claro que bajo el efecto de un encuentro amoroso, y si quiero serle fiel realmente, debo recomponer de arriba a abajo mi manera ordinaria de "habitar" mi situación» (A. Badiou).

La negatividad de la transformación o de lo completamente diferente es extraña a la sexualidad. El objeto sexual permanece siempre igual a sí mismo. No le sobreviene ningún acontecimiento, pues el objeto sexual consumible no es el otro. Por eso no me cuestiona nunca.

La sexualidad pertenece al orden de lo habitual, que reproduce lo igual. Es el amor del uno al otro uno. Le falta por completo la negatividad de la alteridad, que imprime su sello a la «escena de lo dos». La pornografía agudiza la habituación, porque borra por entero la alteridad. Su consumidor ni siquiera tiene un enfrente sexual. Habita la escena del uno. De la imagen pornográfica no sale ninguna resistencia del otro o de lo real.

Inventar de nuevo el amor fue una preocupación central del surrealismo. Esta nueva definición surrealista del amor representa un gesto artístico, existencial y político. Así, André Breton atribuye al Eros una fuerza universal: «El único arte digno del hombre y del espacio, el único capaz de conducirlo más allá de las estrellas […] es el erotismo».

En los surrealistas, el Eros es el medio de una revolución poética del lenguaje y de la existencia. Es exaltado como fuente energética de una renovación, de la que ha de alimentarse también la acción política. A través de su fuerza universal une entre sí lo artístico, lo existencial y lo político.

El Eros se manifiesta como aspiración revolucionaria a una forma de vida y sociedad completamente diferente. Es más, mantiene en pie la fidelidad a lo que está por venir.

Biung-Chul Han,
La agonía del Eros
Herder Ed. 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario