¿Podemos piratear la filosofía? Mancharla de las preguntas que nos pone la vida día a día. Llevarla a otros lugares, habitados. Reapropiarnos de la capacidad de plantear problemas e inventar respuestas.
A lo largo de los años, siempre enredado con otros, he seguido insistiendo más o menos en la misma relación con el pensamiento: precaria y desordenada, movilizada desde preguntas o pasiones vitales, sin aspiración a "saber", sino más bien a construir una mirada propia, como parte de una pelea por la autonomía.
Hay que pensar si no queremos ser pensados por otros, si no queremos limitarnos a vivir según las categorías establecidas.
Una definición clásica de la filosofía (que podemos encontrar en los diálogos platónicos) dice así: es el diálogo de uno consigo mismo. Lo podemos traducir y entender del modo siguiente: pensar es el esfuerzo por recuperar y mantener una relación de intimidad con nosotros mismos.
Es decir, por plantear nuestros propios problemas e inventar nuestras propias respuestas (que no "soluciones"). No delegar el relato sobre lo que somos. Pero parece preciso añadir algo a la definición clásica: no se trata de una conversación solitaria, algún tipo de monólogo o soliloquio, sino que se desarrolla con otros, en compañía de otros, a través de otros, tomando ("robando") las palabras de otros para construir las nuestras.
Llegamos así a la "filosofía pirata", que es el nombre que le vamos a dar aquí a esta otra relación con el pensamiento de que venimos hablando. Aunque sería mejor hablar de "piratear la filosofía", porque se trata de una acción, de una práctica y no de una doctrina (ni siquiera pirata).
Le decimos "pirata" porque agarramos la filosofía desde algo no filosófico. La abordamos más bien, es un abordaje. Ese "algo" puede ser una pregunta, un problema, un choque con la realidad, una pasión... Es algo que nos afecta vitalmente en todo caso y nos empuja a pensar.
Planteo ahora cuatro calas (ensayos, tanteos) para pensar este abordaje pirata de la filosofía:
— La filosofía digamos oficial (no pirata) se piensa a sí misma persiguiendo lo verdadero, contra las ilusiones que nos engañan y dominan (opiniones, dogmas, mitos, supersticiones, ideologías, etc.). La verdad no tiene que ver contigo o conmigo, es un "discurso de nadie" nos explicaba precisamente Carlos en sus clases. "La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero", decía en ese mismo sentido el Mairena de Machado ("conforme" responde Agamenón y "no me convence" dice el porquero).
La filosofía pirata relaja esta preocupación por la Verdad y lo Verdadero (y relaja también la crítica de esa pretensión, que es lo mismo pero al revés). Se trata más bien de pensar (desde) ese "algo" que nos pone en movimiento: situación, problema, pregunta. Construir una mirada sobre el mundo a partir de ahí. Poner algo en perspectiva. Organizar un punto de vista situado en un lugar concreto, pero que puede alcanzar muy lejos.
— Pensar, según la filosofía pirata, tiene que ver con activar la imaginación sensible (considerada desde la filosofía oficial como la fuente misma del error y de la ilusión). Piratear la filosofía es relacionarnos con los afectos disimulados en los textos, despertar sus deseos dormidos. Es interferir el discurso (cualquier pedazo de discurso) con nuestras experiencias: colocar junto a las palabras que leemos o escuchamos nuestras propias vivencias. Nada de "buena distancia" pues. Entender no exige nuestra "inmovilización" (transmisión sin emoción, recepción desafectada, imparcialidad), sino justo lo contrario: el paso de energía afectiva de un texto a un cuerpo que lee, de un cuerpo que lee a un texto.
Un "buen profesor" de filosofía pirata (que puede ser simplemente un amigo o una amiga) sería quien favorece "buenos encuentros" entre algo que nos pasa y nos pone en búsqueda, y un pedazo de discurso que nos puede ayudar. Encuentros amorosos, singulares, respetando los tiempos y los ritmos de los cuerpos que se atraen (cuerpo de letra, cuerpo físico), no acercamientos banales, mecánicos o instrumentales. El filósofo pirata es más una "celestina" que la "partera" que dice Sócrates.
— Piratear no significa repetir el viaje del otro, sino emprender nuestro viaje a partir del viaje del otro: abrir una bifurcación o hacer una deriva. En la filosofía oficial, entender significa repetir sin transformar (y es lo que se valora con la máxima nota en un examen). Un "buen alumno" tiene pues algo de robótico: repite lo mismo, reproduce en serie, replica sin alterar.
El texto teórico se plantea así como un modelo a ser imitado. Piratear la filosofía es, por el contrario, abrir posibilidades inéditas a lo que leemos o escuchamos. Hacer una variación propia a los autores que trabajamos. No hacer lo ya hecho, sino re-hacer.
El investigador no es un autómata que imita, sino un viajero que va abriendo su propio recorrido, agrega o plantea otros axiomas, experimenta nuevas conexiones y combinaciones (este pedazo de filosofía y este pedazo de cine y este pedazo de conversación y...). La filosofía pirata tiene forma de patchwork (muy distinto al copy-paste carnicero): teje con cuidado distintos jirones, añade nuevos pedazos de realidad a la realidad.
— Por último, la filosofía pirata se hace entre amigos. ¿Quiénes son aquí los amigos? Son los afectados por lo mismo (pregunta, problema o pasión), aunque no sean afectados de la misma manera. La amistad pirata es el vínculo de afecto entre quienes se necesitan unos a otros para pensar juntos lo que les pasa (y no pudrirse en soledad o "ser pensados" por los poderes que pretenden clasificar y dirigir las conductas humanas, los diferentes modos de conducirse).
"Entre amigos" no equivale a "colectivamente": es más el vínculo tenso y vivo entre lo personal/singular (la afectación de cada quien) y lo común/compartido (aquello que permite encontrar siempre nuevos amigos).
Comunidades de afectados por tal o cual problema, amigos que necesitan pensar (desde) una diferencia sexual, mental o corporal, etc. Cualquiera de estos grupos de amigos es un barco pirata a la deriva, a la búsqueda de galeones españoles que asaltar para liberar el tesoro del pensamiento y ponerlo al servicio de la vida.
Cuando uno se hace pirata de la filosofía descubre casi inmediatamente que hay y ha habido otros muchos "hermanos de la costa", que la filosofía está llena de ellos, que algunos nombres de los que pasan por autores oficiales fueron piratas en su día (y pueden ser de nuevo perfectamente pirateados).
Y se pregunta: ¿no serán precisamente esos piratas los "salvadores" de la filosofía, es decir, quienes la mantienen viva?
Busquemos ahora la analogía con los piratas contemporáneos. ¿Qué es lo que estos hacen? Multiplicar las cosas, como en el milagro de los panes y los peces. Multiplican los programas informáticos, los CD's y los polos Lacoste. Ya Platón advertía por esto mismo contra los sofistas: "Cuidado, eso no es filosofía. Lo parece pero no lo es". El peligro de los piratas es la calidad de los simulacros que producen (las artes retóricas de los sofistas, en este caso). Me imagino a los dueños de Lacoste hablando un poco en los mismos términos: "Cuidado, ese polo que se vende por la calle no es Lacoste. Lo parece pero no lo es". Es un simulacro, muy parecido (incluso puede ser que lo hayan hecho las mismas manos y en el mismo taller), pero falso. No está bien firmado, no se vende donde debiera, etc.
En el "pirateo" hay un efecto de circulación, multiplicación, democratización, accesibilidad, devaluación de los códigos propietarios y el copyright (el nombre-marca del autor, el valor único del original).
Y esta copia infinita –que no es copia, sino variación– es en realidad la "salvación" de la filosofía. Porque pone un lujo – la posibilidad de pensar lo que nos pasa en lugar de vivir simplemente según el pensamiento de otros – al alcance de cualquiera.
* Este artículo parte de las notas leídas en el encuentro organizado por la asociación "Escuela y Autogestión" y realizado en la librería Muga de Vallecas el lunes 20 de febrero de 2017. Se nutre del diálogo posterior con tantos amigos y amigas filibusteras que estuvieron allí: Paco, Marinete, Marta, Irene, Acacio, Soledad, Juan, Frauke, Jun, Jaime...
** El autor más pirateado para este texto es Jean-François Lyotard, en especial la última parte ("Economía de este escrito") de su libro Economía libidinal.
* Durante tres años, entre varios amigos (Marga, Raquel, Eva, Óscar y yo), hicimos Una Línea sobre el Mar, un programa dedicado a este tipo de filosofía profana y amateur que llamábamos entonces "filosofía de garaje".
Amador Fernández-Savater
eldiario.es 24-2-2017
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