la majestuosa imagen de lo que Pascal llamara el Dios de los Filósofos. ¿Era eso lo que yo había querido? ¿No había yo deseado, más bien, llevarle hacia el otro, hacia Aquel que Pascal llamaba el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, a Aquel a quien uno puede decir Tú?
"¿Cómo puede usted repetir “Dios” una y otra vez? ¿Cómo puede esperar que sus lectores tomen la palabra en el sentido en el que usted quiere que sea tomada? Lo que usted quiere decir con el nombre de Dios es algo muy por encima de todo alcance y comprensión humanas, pero al hablar de él lo ha hecho usted descender al plano de la conceptualización del hombre.
¡Qué otra palabra de habla humana ha sufrido tantos abusos, ha sido tan corrompida, tan profanada! Toda la sangre inocente por ella derramada la ha despojado de todo su esplendor. Toda la injusticia con ella cubierta ha borrado sus rasgos salientes. Cuando oigo llamar “Dios” a lo más elevado, me parece a veces casi una blasfemia."
Los ojos claros, amables, llameaban. Llameaba la voz misma. Luego quedamos en silencio por un rato, sentados uno frente al otro. La habitación se inundaba de la fluida luminosidad de la mañana temprana. Me parecía como si de la luz penetrara en mí una fuerza. Sólo puedo esbozar lo que entonces contesté:
"Sí — dije —, es la más abrumada de cargas de todas las palabras humanas. Ninguna ha sido tan envilecida, tan mutilada. Precisamente por esta razón no puedo abandonarla. Generaciones de hombres han depositado la carga de sus vidas angustiadas sobre esta palabra y la han abatido hasta dar con ella por tierra; yace ahora en el polvo y soporta todas esas cargas.
Las razas humanas la han despedazado con sus facciones religiosas; han matado por ella y han muerto por ella y ostenta las huellas de sus dedos y su sangre.
¡Dónde podría encontrar una palabra como ésta para describir lo más elevado! Si escogiera el concepto más puro, más resplandeciente, del santuario más resguardado de los filósofos, sólo podría captar con él un producto del pensamiento, que no establece ligazón alguna.
No podría captar la presencia de Aquel a quien las generaciones de hombres han honrado y degradado con su pavoroso vivir y morir. Me refiero a Aquel a quien se refieren las generaciones de hombres atormentados por el infierno y golpeando a las puertas del cielo.
Es cierto, ellos dibujan caricaturas y les ponen por título “Dios”; se asesinan unos a otros y dicen “en el nombre de Dios”. Pero cuando toda la locura y el engaño vuelven al polvo, cuando los hombres se encuentran frente a Él en la más solitaria oscuridad y ya no dicen “Él, Él”, sino que suspiran “Tú”,
gritan “Tú”, todos ellos la misma palabra, y cuando agregan “Dios”, ¿no es acaso el verdadero Dios al que imploran, al único Dios Viviente, al Dios de los hijos del hombre? ¿No es Él acaso quien les oye?
Y sólo por este motivo, ¿no es la palabra “Dios” la palabra de la súplica, la palabra convertida en nombre consagrado en todos los idiomas humanos para todos los tiempos? Debemos estimar a quienes la prohíben porque se rebelan contra la injusticia y el mal tan prontamente remitidos a “Dios” en procura de autorización.
Pero no podemos renunciar a ella. ¡Qué comprensible resulta que algunos sugieran permanecer en silencio durante algún tiempo respecto de las “cosas últimas”, para que las palabras mal empleadas puedan ser redimidas! Mas no han de ser redimidas así. No podemos limpiar la palabra “Dios” y no podemos devolverle su integridad; sin embargo, profanada y mutilada como está, podemos levantarla del polvo y erigirla por sobre una hora de gran zozobra."
La claridad invadía la habitación. Ya no era el amanecer, era el día. El anciano se levantó de su asiento, vino hacía mí, apoyó su mano sobre mi hombro y dijo: “Seamos amigos.” La conversación se había completado. Pues cuando dos o tres están verdaderamente juntos, lo están en el nombre de Dios.
Eclipse de Dios
Estudios sobre las relaciones
entre religión y filosofía
por MARTIN BUBER
Ed. original en alemán 1952
Ed. FCE 1993
Ed. electrónica 2014
Estudios sobre las relaciones
entre religión y filosofía
por MARTIN BUBER
Ed. original en alemán 1952
Ed. FCE 1993
Ed. electrónica 2014
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