RAMÓN ANDRÉS. Me refiero a la impostura de un mundo que se vive a sí mismo como conquista, una conquista que esconde una gran ignorancia moral. En cierto modo se ha producido un fraude de grandes dimensiones: desposeer a cada uno de su responsabilidad, hacerlo dependiente e inmaduro, lisiado para una existencia cabal y autónoma. Aquellos hombres criados en granjas, "iguales y no pensantes", vaticinados en el XIX, ya están aquí.
La operación, maestra por lo demás, ha sido hacerles -hacernos- creer que son únicos, que cada uno de ellos es diferente del resto.
Es la base del narcisismo. Pero hoy Narciso no se admira en el reflejo de un arroyo, sino en la luminosidad de una pantalla, en el sueño de ser distinto y en la sobreabundancia que le rodea.
Es la base del narcisismo. Pero hoy Narciso no se admira en el reflejo de un arroyo, sino en la luminosidad de una pantalla, en el sueño de ser distinto y en la sobreabundancia que le rodea.
Levinas se lamentaba hace tiempo de que el prójimo, el semejante, se hubiera convertido en una entidad difusa, en una abstracción. Así es, por mucho que ahora se hable de solidaridad.
Mentimos vilmente. Y todo esto se debe a la radical irrupción de la subjevidad, que lo arrasa todo. Estamos ante un problema de envergadura, el de una radical aurorreferencialidad.
Saturados y sobrealimentados, sobornados, hemos caído en una severa adicción al confort y la seguridad. Esto, como sociedad, nos hace cobardes y frágiles. Creo que la gran acción política, la de cada uno, consistiría en saber vivir con lo necesario.
Tener la noción de lo suficiente te hace inexpugnable. Así no se sostendría este espejismo; tendríamos tiempo para pensar y no nos costaría tanto ser humildes, que es lo que nos corresponde.
Sería ingenuo por mi parte creer que el egoísmo humano es quebradizo. La batalla, siguiendo tu símil, no se libra en este feudo. La subjetividad de la que hablo no es la subjetividad innata, la propia de toda persona, la necesaria y que está en nuestra estructura y conformación cerebral. Yo señalo otra subjetividad, esa que se ha potenciado desde los sistemas políticos con el afán de fomentar un individualismo a ultranza y rentable para los que dicen que nos administran. La operación ha consistido en aislar a la persona en sus convicciones -no sabe que le han sido inducidas- y conseguir de ella un competidor con poco escrúpulo.
No estamos hechos para repetir el destino de la hormiga, pero tampoco para vivir como un obsesivo corredor de fondo que desconoce el reposo y va dejando atrás sin darse cuenta, lo que tiene de humano.
El malestar de Occidente, endémico pero acrecentado en los últimos siglos, tiene mucho que ver con esta neurosis en la que vive la mayor parte de la población. No quiero parecer un retórico fácil, pero el aumento insospechado del consumo de ansiolíticos y antidepresivos. la violencia doméstica, el incremento, desde luego acelerado, de la pobreza, la erosión moral, la desigualdad, entre otras muchas cosas, nos dicen que algo se está haciendo mal.
Y creo que se debe a que la vida ha sido enfocada -programada ya desde la escuela- como un negocio y no como una existencia apta para ser vivida, sin más.
La responsabilidad a la que apelaba no es otra que la responsabilidad de vivir lo más éticamente posible. No sé si esto es mucho pedir. Eso no conduce, por definición, a gestar esos líderes supremos. Te aseguro que no hablo desde ningún credo ideológico. Seguir pensando todavía en la derecha o en la izquierda me parece rudimentario; me produce hastío. Las ideologías no hacen más que destruir el sentido común, que es útil e imparcial. Y sí, mentimos vilmente -todos en general- porque la doble moral nos va como anillo al dedo.
La felicidad de la que participo, tras tener una vida sumamente difícil, es estar alegre y pleno a sabiendas de que nada es tuyo.
Ramón Andrés
EL CULTURAL 8-2-2019
EL CULTURAL 8-2-2019
Muy bueno, no me acordaba que tenías blog. Qué placer saberlo.
ResponderEliminarAbrazo Elevi.
El problema esta en no reconocernos como parte del otro
ResponderEliminar