De mi reciente viaje a Praga, acompañado de algunas inspiraciones históricas, me detengo a reflexionar sobre tres paradojas del devenir humano que ahí confluyeron:
Hacia el año 1600 coincidieron (o más bien se buscaron) en Praga dos eminencias de la astronomía, como fueron Ticho Brahe y Johannes Kepler, los cuales tuvieron la suerte de promover el progreso de su ciencia al amparo de un emperador de lo más arbitrario y supersticioso (Rodolfo II, por cierto que criado en su juventud en la corte española de Felipe II).
Y ya en el siglo XX, por un lado, Franz Kafka tuvo ocasión de dar a luz ahí una obra cuya principal característica hubo de estar en el absurdo, pero ello no le privó de indagar hondamente en la naturaleza humana, mientras, por otro, resulta que a los nazis se les ocurrió reunir allí una serie de sustracciones de valiosos elementos de las tradición judía para realizar lo que pretendían fuera un museo de la raza que perseguían extinguir.
¿Qué amarga lucidez nos arrojan estas paradojas aparentemente inconexas? el ser humano sorprende tanto por obtener logros de los terrenos más inversosímiles (p.ej. la ciencia sabe ser sabia hasta entre la surperchería), como por iluminar humanamente desde el aspecto más aparentemente incomprensible (p.ej. lo kafkiano) y de que demasiadas veces la lógica del conocimiento se aparta de la sensibilidad del reconocimiento de los otros (paradigmático del nazismo).
Atendamos al individuo que siente para pensar mejor.
En realidad lo lógica no siempre coincide con la verdad y mucho menos con la bondad.Gracias por compartir!
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