viernes, 10 de junio de 2022

Benasayag, Existencia, Negatividad, Evaluación, utopía

 DE LA SUPRESIÓN DE LO NEGATIVO A LA APARICIÓN DE POSTORGÁNICO


Nuestra sociedad es la primera que no sabe qué hacer con lo negativo. Las sociedades 'no-modernas', no occidentales, incorporaban orgánicamente lo negativo, dicho en un sentido general: la muerte, la enfermedad, la tristeza..., es decir, la pérdida; lo negativo como parte de un todo. 


En la evolución de las especies y de la vida en la Tierra, la incorporación de lo negativo no es mencionado como tal; lo negativo corresponde a mecanismos de autorregulación sometidos a la constricción que, precisamente, han hecho posible la evolución. 

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Nuestra sociedad moderna, contrariamente a las no-modernas, tuvo un tratamiento especial de la negatividad, que consistió en integrarla e, incluso, darle un rol muy central: era la que mostraba por dónde pasaba el camino, lo que indicaba los logros del hombre y de la humanidad. 


En la dialéctica hegeliana o marxista, la injusticia, la enfermedad, lo raro, llamada antite- sis, es de donde podía emerger la síntesis, y eran necesarias. Lo negativo en la modernidad estaba completamente incorporado al dispositivo de pensamiento y de la acción; pero estaban ahí con la promesa de su futura desaparición. 


Mientras que las sociedades no-modermas, estructuradas en temporalidades no lineales(el eterno retorno, los ciclos), incorporaban la negatividad a través de las prácticas llamadas 'sacrificiales', el hombre de la modernidad creyó poder eliminar toda práctica sacrificial. 


Es ahí que la negatividad resultó incorporadaa la modernidad, bajo un modo (seudo) racional, con la idea de su eliminación a futuro. Este 'muro de contención' de la negatividad provocará su 'retorno' bajo formas siniestras no identificables, y todos ellas concebidos como fallas o defectos de la racionalidad.

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Para el paradigma dominante actual, de la tecnociencia, toda innovación es considerada, de-facto, como positiva. Entonces, ¿cómo reapropiarse de la negatividad? Al fin de cuentas, ¿para qué lo haríamos, con qué necesidad?


Una cosa es cierta: la negatividad no puede ser reincorporada como en una especie de 'feria tradicional' en la que cada uno elegiría su anclaje o sus costumbres, las cuales, subjetivamente, le darían satisfacción. 


Sin embargo, cualquiera que se preste a ese juego, pertenece de hecho a la tribu de los amos dominadores que destruyen el mundo, y lo consideran como su 'terreno de juego'. 


Paradojalmente, en una sociedad que ve la pérdida como una pura negatividad oscura, y donde la cuestión de lo negativo ha quedado en manos de lo técnico, eliminar esa negatividad pareciera, cada vez más, imposible. La tecnología sostiene:"¡Mañana seremos inmortales!". Pero esa promesa sin límites empapa a nuestros contemporáneos, mientras constatan que se bañan, en verdad, en la impotencia y el miedo. 


IDEOLOGÍA DE LA INFORMACIÓN Y ODIO A LOS CUERPOS


Poner a prueba ese concreto, ese existir, es existir, es conocer. Y esto es lo gue contradice al paradigma reduccionista (fisicalista) que pretende poder alcanzar un conocimiento de las esencias, y de sus funcionamientos, por fuera de las situaciones de existencia.


Esos conocimientos pretendidamente objetivos y exteriores del fenómeno son informaciones, no conocimientos, y esa diferencia es crucial. 


El problema aquí, entre otros, es que si predecir no es comprender, entonces, en este universo de 'gestión de lo vivo y de las sociedades' hay una fuerte dimensión performativa.


Dicho de otro modo, vamos construyendo realidades que, por dislocación de sus complejas y sutiles dimensiones de sentido, terminan por corresponderse con sus predicciones.


Si no, veamos las técnicas numéricas que operan de modo autorreferencial y crean un mundo paralelo que se supone es hijo y producto de la modelización del mundo real. 


Subrayamos que procuran, de este mismo modo, ver el mundo real en su absoluta transparencia, ya que el paradigma digital ni se cuestiona si todo se puede calcular, que todo es conocible y modelizable.


Pero, en fin, sería una ingenuidad considerar que a ese mundo sí llegaríamos a comprenderlo y preverlo; es un mundo construido por y para los cálculos lineales del comportamiento digital.

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Es imprescindible darse cuenta de que la ideología de la información es esta hipótesis marcante de nuestra época, que repite y repite " todo es información", que la modelización y la reproducción material de lo que hemos modelizado crean una interfase, que ni es el objeto vivo modelizado, ni tampoco una pura abstracción. 


Insisto porque es esencial comprender que la materialización, la 'corporización' de la síntesis computacional, crea una dimensión distinta a la dimensión biológica o cultural existente. Es una nueva dimensión. 


Efectivamente. una cosa es constatar una continuidad de sustancia entre lo vivo, la máquina y el algoritmo, y otra es concluir que hay una continuidad de funcionamiento. 


Es negar las diferencias cualitativas entre las diferen- tes dimensiones y regímenes de la existencia. Por ello, en la actualidad, la mayoría de los investigadoresestán convemcidos de que su producción a partir del mundo de los algoritmos es la continuidaddirecta con la cosa, que puede devenir la cosa.  

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La memoria humana, animal, biológica se asienta en el mecanismo de la selección, de la transformación y del olvido, para producir sentido. No recordamos como un disco duro, más bien evocamos con una metabolización orgánica de hechos, con la transformación y su actualización. Es así como Swann, en el segundo volumen de La búsueda del tiempo perdido, no se acuerda más que de algunos acordes de la partitura, y no de la totalidad de la obra. 


Estos fragmentos participan en la producción de sentido, de la situación actual, con una inextricable presencia del pasado. La memoria es un fenómeno vital en permanente devenir, en constante refundación, en la cual los hechos tienen una importancia que nunca es ni determinante ni suficiente. 


Todo aquello conforma una base dinámica, compleja, en continua interacción, y de allí emerge una reconstrucción de esa memoria como una marca vívida, y no como un archivo congelado, a nuestra disposición.


Voy a dar un ejemplo al respecto. Desde un punto de vista neurofisiológico es muy interesante constatar que un niño que calcula una raiz cuadrada o un logaritmo verá su cerebro esculpido por esta operación, fisiológica y tambien anatómicamente, a través del desarrollo de las conexiones. 

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La memoria humana es una memoria esculpida, porque la vida es precisamente esta 'autoescultura' de lo vivo. Esta escultura, tanto simbólica como corporal, es el fundamento mismo de nuestra identidad. 


A diferencia de una máquina y de un dispositivo digital, que están limitados por sus partes y a su funcionamiento proyectado, en las antípodas de toda altreridad, los humanos y lo vivo son en tanto que son devenir, son proceso. Al igual que las aves migratorias, los humanos devienen por el camino que toman. Lo que eres, tú debes transitarlo, producirlo en el devenir. 

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LA TIRANÍA DE LA EVALUACIÓN


Desde mi punto de vista médico, es triste constatar que hoy la única posibilidad de ser igual a uno mismo, es decir, de fijarse en una identidad (una identidad tan rígida como una piedra), es evitar vivir antes de morir. Para asegurarnos que nuestra vida se parezca a un currículum vitae, y en cada situación recorrer una suerte de línea sobre la que caminamos, evitando los puntos X que exigen una apuesta y nos enfrentan a riesgos. 

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Las novedosas prácticas de evaluación permanente, en las cuales los evaluados son los mismos actores, hacen que cada individuo termine siendo un resultado: el resultado de sus competencias útiles en la vida, un balance que acompaña a la máquina en su funcionamiento, tal como lo explica Angélique del Rey en su libro La tirania de la evaluación.


¡Desde la cuna hasta el ataúd deseamos ser evaluados para evitar existir! Para intentar ser máquinas performáticas.


Hay una idea errónea que cree que esta cuestión de evaluación y de vidas convertidas en currículum impacta solo en los 'empleados u obreros', y no es así. 


Todo el mundo, a lo largo de toda su vida, está sometido a vivir como si fuera un permanente resultado de sus competencias. Y por eso, durante mis tránsitos más o menos felices por la universidad, he corroborado que tal y cual no iba a escribir un artículo que no concierne exactamente a su campo, por temor a las represalias. He conocido los lugares o el olor al miedo permanente pero no pensaba encontrar ese mismo olor en las aulas universitarias. ¡Sí, sí, por supuesto! Haremos el doctorado, el posdoctorado, y la carrera, que servirá para el curriculum, dejando por el camino toda afinidad o curiosidad electiva, sea cual fuere. 


De ese modo, la gente exitosa en la elite no vive: ensayan a diario su funcionamiento, y cada día -sin olvidar de hacerlo como un mantra- se repiten que mañana harán lo que desean, pero mañana (obviamente) aparecen nuevas urgencias, no ya las de la vida sino urgencias disciplinarias, de miedo, de quedar como un tonto. Es obvio que todo esto hace que nunca sea un buen momento para hacer alguna (otra) cosa. Y así fabricamos, por un lado, a jóvenes con terror, pues deben forjar un currículum, y, por el otro, a viejos que viven todo el tiempo bajo el paraguas de su curriculum.

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Desgraciadamente, la utopía occidental ha estado tempranamente capturada por una mirada racionalista, la que no hace un 'uso razonable de la razón'. Las diferentes utopías, en consecuencia, se convirtieron en programas y proyectos de cómo debía ser la sociedad, la vida, la educación, etcétera. 


En todos los casos, no solo han fallado en ese objetivo-mandato, sino que, además, la mayoría de ellos han engendrado lo contrario de lo que procuraban. Aun con todas las diferencias que pueda haber entre ellas, esas utopías tuvieron tres puntos de partida comunes. 


El primero, proponer modelos de vida pensados únicamente bajo el modo de funcionamiento, dejando de lado toda negatividadpropia de la existencia. El segundo punto, el de creer que podiamos pensar la vida a partir de un punto de vista totalizador, globalizante, que, en realidad, es un punto de vista desde ningún lado. Y tercero, el que consideraba que la racionalidad podía, o mejor, debía, gobernar el conjunto de la vida. 


Eso que Kant afirmaba que conduciría a la humanidad a su edad madura. Ahora bien, es imposible pensar la globalidad y, menos aún, pensar desde el punto de vista de la globalidad, porque todo conjunto complejo incluye lo no-representable y conserva sus zonas oscuras para quienes lo habitan. Eso que llamamos 'globalización' no es otra cosa que un elemento más dentro de la multiplicidad. 


En ese sentido va lo que escribió Sartre, cuando señaló que nos com- prometemos siempre dentro de cierta opacidad, sin poder tener jamás el conjunto de todos los elementos. Como veremos, cada elemento no antecede a la situación donde él existe. Y precisamenteeste punto ciego, este 'no-saber", es central en la érica, pues coloca la existencia como precediendo a toda esencia, y más allá del funcionamiento. 


Retomo lo que señalé antes: toda utopía, al decir de Foucault, se funda en el odio de los cuerpos, y si nos detenemos allí, veremos que todas las utopías de la modernidad se han hecho cargo, de un modo o de otro, y de manera más o menos racional, de la hipótesis religiosa a partir de la cual hay que liberarse de los cuerpos, eso que está ahí como la prisión del alma. 


Hoy bien podemos comenzar a pensar a la inversa, que ese 'alma es la prisión del cuerpo, y de los cuerpos. En el sentido que le daba Landauer al concepto de utopía, esto es, la separacióón de la "U" del "Topos", la utopía sería otro modo de llamar al deseo, a la vida, a la existencia, siempre en un devenir. 


Y, si el fin de las utopías implica el fin de modelos seudoracionales, los cuales, atravesados por una narrativa mítica, ordenaban y disciplinaban la vida, entonces vivir y envejecer sin utopías vendría a significar, vivir y envejecer en la alegría de la acción, por el bien de la humanidad, por el deseo de vivir, emancipándonos de proyectos y programas de los "grandes libertadores de todo tipo. Esos que alguna vez definí como 'militantes tristes' que detestan la vida y proponen proyectos que apestan a muerte.


Miguel Benasayag

¿FUNCIONAMOS O EXISTIMOS?

Una respuesta a la colonización algorítmica

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