Si hoy nos detenemos en la riqueza de las aventuras que resultaron del #surrealismo y que nos llegan a través de testimonios, textos o pinturas como sobrecogedores navios desarbolados, podemos medir la amplitud de la tarea a la que se enfrentó la desinformación culta que ahora se hace pasar por autoridad cultural en cualquier parte del mundo.
Al primer desconcierto respondió un trabajo de largo aliento que, con objeto de hacer desaparecer hasta el recuerdo de una rebeldia siempre presta a llevar a alta mar, se estableció la regla de sólo retener el aspecto cultural de lo que aún zumbaba de las tempestades atravesadas para resurgir también como una botella en el mar, continente a la deriva o buque fantasma...
No fue tarea sencilla meter en las casillas de la historia del arte sus formas convulsivas, pulidas o destrozadas, que primero hubo que retirar del remolino que las agitaba, luego despojarlas de la espuma de su inconclusión para finalmente extraer las concreciones de la desesperanza que les confería este aire de extravío.
Insisto en el punto porque, contrariamente a lo que suele pensarse, en absoluto se trata de un problema artístico.
En rigor, lo que se juega aquí es nada menos que la existencia de la #noche , de nuestra noche, de esta noche a la que el hombre regresa a diario para vivir muchas veces lo mejor de su vida. Es esta noche la amenazada por ese nuevo activismo cultural que nada parece poder contener.
#annielebrun
DEL EXCESO DE REALIDAD
FCE 2004
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