Es muy raro que un libro de filosofía adopte la forma del tema del que habla: convertirse en sustancia cuando aborda la materia, en geometría cuando aborda la superficie, o incluso impacientarse cuando aborda el tiempo. El PODER DE LA TERNURA logra la increíble hazaña de ser un libro tierno. De ser un libro "sobre" la ternura escrito "por" la ternura misma: un libro donde la ternura es simultáneamente sujeto y objeto.
Había que permitir que la ternura encontrara su propia voz, que la inventara, ya que, como explica con gran claridad Anne Dufourmantelle, la ternura nunca está dada. Lo que significa principalmente que no existe como concepto filosófico. No existe una definición al respecto. ¿Qué es la ternura? Ningún pensador ha considerado jamás la cuestión temáticamente.
Por tanto, aquí debe presentarse la ternura a sí misma. Pero como la rígida determinación conceptual no le conviene, la ternua aparece gradualmente a través de una serie de cuadros que le dan forma. De hecho, nos sorprende descubrir una escritura pictórica. En efecto, somos testigos, maravillados, de una escritura que es pictórica.
Jardines, animales, una niña jugando con figuras navideñas, un "cárdigan color albaricoque", "alas de mariposa enroscadas dentro de su capullo"... Normalmente un artista dibuja antes de pintar; esta vez es el dibujo el que emerge de la pintura. A lo largo del camino, poco a poco, la ternura va tomando forma, existe, por fin se hace pensable.
Decir que la gentileza no está dada significa también que se cultiva, que no es "natural", aunque la naturaleza puede ser tierna. Que es una virtud. E incluso se podría decir que una vez finalizado el recorrido lector, la ternura aparece como fundamento mismo de la ética, por lo que "atacar la ternura es un crimen incalificable".
¿Qué es entonces la ternura y qué nos dice? ¡El título lo dice todo! Los capítulos de los cuadros revelan que en realidad la ternura, aunque no es un concepto, aunque no es una fuerza, es sin embargo una noción poderosa. Tiene varios nombres y varias características en todos los idiomas y todas las culturas. "En latín dulcis significa todas las ternuras posibles y "suavitas" describe al mismo Dios". En griego se encuentran las palabras proates y praüs, que la Vulgata traduce como ácaros, pobres y mansos: "Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra", como se lee en las Bienaventuranzas. "En hebreo la ternura se expresa como 'navah' y denota a alguien que es humilde, bajo." Continuamos este viaje con los Vedas a través de la resistencia no violenta de Gandhi -uno de los cuadros más bellos del libro, donde se ve al Mahatma en diálogo con sus tres grandes interlocutores, Tolstoi, Ruskin y Thoreau.
La luz compartida por todos estos cuadros y todos estos contextos es la de lo sagrado. No me refiero a los religiosos. La ternura es "un atributo de Dios" antes que un valor humano, pero se puede aprender, adquirir y no venerar como a una divinidad lejana. Frente a esta luz, con una riqueza y una profusión inesperada -quién hubiera podido creer que la ternura fuera tan fecunda- de múltiples motivos políticos y morales: justicia, perdón, paz, generosidad, escucha.
Pero al comienzo surge la pregunta sobre lo opuesto a la ternura ¿Qué es? La respuesta es clara: la violencia, la guerra, el crimen, la masacre, el genocidio... Pero uno de los puntos más sorprendentes del libro es el argumento de que el verdadero enemigo de la ternur es... la ternura. Una falsa ternura, esa pasividad que se nos vende a través técnica comercial New Age, de relajación o de un uso escesivo del significado de "zen". Esta ternura que una no siente y que es otro nombre para la indiferencia hacia la auténtica ternura. "La ternura vende. Está puesta ante nosotros en todas sus formas, en todas partes, constantemente. Es un argumento económico pagado a cuenta de algo que no tiene nada que ver con ella". O más tarde: la ternura también está dividida en dos por los órganos de control socioeconómico. En el lado carnal, está bastardeada hasta convertirla en tontería. En el lado espiritual, en pociones new age y otros métodos que compiten para hacernos creer que basta con creer en ellos para que todo funcione. Las teorías de auto-ayuda y búsqueda de la felicidad participan a pesar de sí mismas en este gran mercado del "bienestar" que se niega a entrar en la negatividad, la confusión y el miedo como elementos humanos esenciales, paralizando tanto el futuro como el presente.
¡Qué análisis tan revelador!
¿Pero significa esto que la verdadera ternura contiene un elemento de negatividad? Así es, de hecho, y ahí radica el meollo del problema: la ternura tiene su propia dialéctica. No la dialéctica que aplasta, sino la dialéctica que enfrenta todos los matices de lo amable, matices que pueden desvanecerse hasta convertirse en negro. Porque si las caricias, los juegos eróticos, los cuerpos de los niños, el pelo, el vientre de los gatos... son suaves y tiernos, la renuncia del moribundo que se deja llevar también lo es. Hay ternura en la despedida de la vida, en la "desconexión, la ilusión de la desconexión total", en el abandono, en el duelo, en la renuncia.
Nos gustaría poder presentar aquí todas las referencias artísticas que sustentan pictóricamente lo filosófico. La literatura, Tolstoi, Melville, Hugo (una maravillosa lectura de El hombre que ríe), el cine (Dolce Vita), la pintura misma (Rembrandt, Giotto).... Cada cuadro es una sorpresa y una celebración de la mente y de los sentidos. (“como si nuestros sentidos estuvieran en carne viva”).
¿Qué sabemos entonces al final de este viaje inagotable sobre lo que es la ternura? Porque ésta era la pregunta... Bueno, la ternura no es exactamente bondad, no es exactamente el bien, no es exactamente la generosidad, no es exactamente el gusto de azúcar (dulce), no es exactamente la calidad del terciopelo, no es exactamente un sonido de baja intensidad (música tranquila, pedal suave), no es exactamente lo clandestino (dejar a escondidas). Es todo esto simultáneamente sin que ninguno de estos elementos sea más que el otro.
Este brillo conceptual está a la altura de su ambición. El PODER DE LA TERNURA es un texto importante que nos enseña, nos consuela, también nos inquieta, que en todo caso nos toca, siempre, en cada momento. De este libro tan dedicado a la fragilidad, el lector emerge, y es indiscutible, mucho más fuerte.
CATHERINE MALABOU (dcha. imágen)
prólogo a
EL PODER DE LA TERNURA
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