El tema del suicidio hace que nos planteemos inmediatamente la siguiente pregunta: ¿en qué nos basamos para juzgar si una vida es o ha sido valiosa, o no?
Podría parecer que si no somos capaces de dar respuesta a la pregunta acerca del sentido de la vida, lo más prudente, o quizá incluso necesario, sería entonces salir de ella en busca de... lo que sea: Dios o el vacío o alguna mezcla de ambos.
Si no encontramos razones para ser, entonces quizá sea mejor no ser. Pero eso sería un terrible error, un funesto paso en falso. La pregunta acerca del sentido de la vida es errónea y lo más adecuado sería sencillamente obviarla.
Nunca recibiremos la gran revelación. Las nubes nunca se separarán con la promesa de la salvación y nuestras mentes nunca dejarán de martillear en su descenso a los infiernos de la duda, el autoengaño, la autocompasión y el sentimiento de culpa.
En vez de ello... hay pequeños milagros cotidianos, fósforos que se encienden en la oscuridad, las olas que rompen sobre la playa y alguien diciendo "Vida, detente aquí"
Cuando la vida se detenga aquí y nos enfrentemos al interminable, cambiante e indiferente mar pardo y gris, cuando nos abramos ante esa indiferencia, con ternura, sin languidecer, sin compadecernos de nosotros mismos, quejarnos o esperar recompensas o premios retilantes, entonces quizá nos hayamos convertido, y durante un solo instante, en algo que ha resistido y seguirá haciéndolo, en alguien que puede hallar cierto grado de autosuficiencia: aquí y ahora.
Este instante,... aquí y ahora está la dicha. Aquí puede uno salir de la propia soledad, liquidar ese núcleo de oscuridad con forma de cuña que es el yo, y tender la mano, hacia arriba, en busca de... un gesto de amor... El éxtasis estalla en nuestro propios ojos...
Simon Critchley
Apuntes sobre el suicidio
Ed. Alpha Decay 2015
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