Los hombres se buscan en su incondición de extranjeros... El recuerdo de esta servidumbre reúne a la humanidad. La diferencia que se abre entre el yo y sí mismo, la no-coincidencia de lo idéntico, es una no in-diferencia fundamental con respecto a los hombres.
NADIE PUEDE SALVARSE SIN LOS OTROS. El hombre está consagrado al prójimo. El dominio reservado al alma no se cierra desde el interior.
Extranjero para sí, obsesionado por los otros, in-quieto, el YO es rehén en la recurrencia misma de un YO que no deja de fallarse a sí mismo. Pero de este modo siempre más próximo a los otros, más obligado, agravando su fracaso ante sí mismo.
Sin reposo en sí, sin cimientos en el mundo (en este extrañamiento de todo lugar) del otro lado del ser (más allá del ser) ¡hay aquí una interioridad muy particular! No es construcción de filósofo, sino la irreal realidad de los hombres persseguidos en la historia cotidiana del mundo, cuya dignidad y sentido la metafísica no ha retenido jamás y sobre la cual los filósofos se tapan la cara.
A partir de la responsabilidad que, apelando siempre al afuera, desarregla precisamente esta interioridad; es necesario pensar el hombre a partir de sí que se pone a pesar suyo en el lugar de todo, sustituto de todos por su misma no-tercambiabilidad; es necesario pensar el hombre a partir de la condición o de la incondición de rehén (de rehén de todos los otros, que precisamente otros, no pertenencen al mismo género que yo, porque soy responsable de ellos, sin respaldarmen en su responsabilidad frente a mí que les permitiría sustituirme, porque aun de sus responsabilidades soy, a fin de cuentas, y primariamente, responsable.
LEVINAS
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