Dios no debe ser pensado jamás; si no, Él huye o yo huyo.
Dios debe ser ignorado y sentido.
Entonces Él actúa.
Me pregunto: ¿por qué Dios demanda tanto que Lo amemos?
Respuesta posible: porque así nos amamos a nosotros mismos y, amándonos, nos perdonamos.
Y qué falta nos hace el perdón.
Porque la propia vida ya viene confundida con el error.
Ser cotidiano es un vicio.
¿Yo qué soy?
Soy un pensamiento.
¿Tengo en mí el soplo? ¿Tengo?
¿Quién es ese que tiene?
¿Quién habla por mí?
¿Tengo un cuerpo y un espíritu?
¿Yo soy un yo?
«Exactamente, tú eres un yo»,
me responde el mundo terriblemente.
Y me horrorizo.
El resultado de todo eso es que tendré que crear un personaje, más o menos como lo hacen los novelistas, para conocer a través de su creación.
Porque solo no lo consigo: la soledad, la misma que existe en cada uno, me hace inventar.
¿Habrá otro modo de salvarse además de crear las propias realidades?
Tengo fuerzas para ello como todo el mundo: ¿es o no es verdad que acabamos creando una realidad frágil y loca que es la civilización?
Civilización solo guiada por el sueño. Cada invención mía me suena como una plegaria profana: tal es la intensidad en el sentir. Escribo para aprender. Me he elegido a mí y a mi personaje, Ángela Pralini, para que yo pueda entender tal vez, a través de nosotros, esa falta de definición de la vida. La vida no se adjetiva. Es una mezcla en un crisol extraño pero que me hace, en última instancia, respirar. Y a veces jadear. Y a veces apenas poder respirar. Sí. Pero a veces también está el sorbo profundo de aire que alcanza hasta el fino frío del espíritu, sujeto al cuerpo por ahora.
CLARICE LISPECTOR
UN SOPLO DE VIDA
Ed. Siruela 2016
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