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domingo, 13 de mayo de 2018

LISPECTOR, Dios no debe ser pensado, sentir, salvarse

Dios no debe ser pensado jamás; si no, Él huye o yo huyo.
Dios debe ser ignorado y sentido.
Entonces Él actúa.
Me pregunto: ¿por qué Dios demanda tanto que Lo amemos?
Respuesta posible: porque así nos amamos a nosotros mismos y, amándonos, nos perdonamos.

Y qué falta nos hace el perdón.
Porque la propia vida ya viene confundida con el error.

Ser cotidiano es un vicio.
¿Yo qué soy?
Soy un pensamiento.
¿Tengo en mí el soplo? ¿Tengo?
¿Quién es ese que tiene?
¿Quién habla por mí?
¿Tengo un cuerpo y un espíritu?
¿Yo soy un yo?

«Exactamente, tú eres un yo»,
me responde el mundo terriblemente.

Y me horrorizo.

El resultado de todo eso es que tendré que crear un personaje, más o menos como lo hacen los novelistas, para conocer a través de su creación.

Porque solo no lo consigo: la soledad, la misma que existe en cada uno, me hace inventar.

¿Habrá otro modo de salvarse además de crear las propias realidades?

Tengo fuerzas para ello como todo el mundo: ¿es o no es verdad que acabamos creando una realidad frágil y loca que es la civilización?

Civilización solo guiada por el sueño. Cada invención mía me suena como una plegaria profana: tal es la intensidad en el sentir. Escribo para aprender. Me he elegido a mí y a mi personaje, Ángela Pralini, para que yo pueda entender tal vez, a través de nosotros, esa falta de definición de la vida. La vida no se adjetiva. Es una mezcla en un crisol extraño pero que me hace, en última instancia, respirar. Y a veces jadear. Y a veces apenas poder respirar. Sí. Pero a veces también está el sorbo profundo de aire que alcanza hasta el fino frío del espíritu, sujeto al cuerpo por ahora.

CLARICE LISPECTOR
UN SOPLO DE VIDA
Ed. Siruela 2016

martes, 6 de marzo de 2018

Byung-Chul Han La salvación de lo bello

(SALVARLO) La estética de lo bello es un fenómeno genuinamente moderno. No será hasta la estética de la modernidad cuando lo bello y lo sublime se disgreguen uno de otro. Lo bello queda aislado en su positividad pura. El sujeto de la modernidad, al fortalecerse, hace de lo bello algo positivo convirtiéndolo en objeto de agrado.

Con ello, lo bello resulta opuesto a lo sublime, que a causa de su negatividad en un primer momento no suscita ninguna complacencia inmediata.

La negatividad de lo sublime, que lo distingue de lo bello, vuelve a resultar positiva en el momento en el que se la reduce a la razón humana. Ya no es lo externo, ya no es lo completamente distinto, sino una forma de expresión interior del sujeto.
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La metafísica platónica de lo bello contrasta en gran medida con la estética moderna de lo bello como estética de la complacencia, que confirma al sujeto en su autonomía y autocomplacencia en lugar de conmocionarlo.

De manera consecuente, la estética moderna de lo bello comienza con la estética de lo terso. Para Edmund Burke, lo bello es sobre todo lo terso. Los cuerpos que deparan deleite al tacto no deben ofrecer ninguna resistencia. Tienen que ser tersos. Es decir, lo terso es una superficie optimizada, sin negatividad. Lo terso causa una sensación que queda completamente libre de dolor y de resistencia.
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Lo bello agrada al sujeto porque estimula el concierto armónico de las facultades cognoscitivas. El sentimiento de lo bello no es otra cosa que el «placer por la armonía de las facultades cognoscitivas», por la armónica «sintonización de las fuerzas cognoscitivas», la cual es esencial para el trabajo del conocimiento.

En Kant, en última instancia, el juego se subordina al trabajo, es más, al «negocio». Aunque lo bello no produce por sí mismo conocimiento, sin embargo, entretiene y mantiene a punto el mecanismo cognoscitivo.

En presencia de lo bello, el sujeto se agrada a sí mismo. Lo bello es un sentimiento autoerótico. No es un sentimiento de objeto, sino de sujeto. Lo bello no es algo distinto por lo cual el sujeto se dejara arrebatar. La complacencia por lo bello es la complacencia del sujeto por sí mismo.
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Ni lo bello ni lo sublime representan lo distinto del sujeto. Más bien son absorbidos por su intimidad. Una belleza distinta, es más, una belleza de lo distinto, solo se habrá recobrado cuando se le vuelva a conceder un espacio más allá de la subjetividad autoerótica.

Pero no sirve de nada el intento de poner lo bello bajo sospecha general declarándolo el germen de la cultura del consumo, ni de hacer que se enfrente a lo sublime a la manera posmoderna.

Lo bello y lo sublime tienen el mismo origen. En lugar de contraponer lo sublime a lo bello, se trata de devolver a lo bello una sublimidad que no quepa interiorizarla, una sublimidad desubjetivizante: se trata de revocar la separación entre lo bello y lo sublime.

Byung-Chul Han
La salvación de lo bello
Traducción de Alberto Ciria
Ed. Herder 2015