¿Qué nos aporta la poesía? Una pura afirmación: pura, ella precede al sentido mismo de la afirmación... El tajo de la afirmación es el habla poética. La poesía es afirmación de lo que no puede expresarse, pura afirmación que precede a su sentido, el cual busca aclimatar la extrañeza de la afirmación entregándola a la experiencia asimiladora del pensamiento.
La poesía es encuentro, en el lenguaje, de lo que es ajeno, encuentro que lo preserva y lo mantiene en la distancia absoluta de la separación. La afirmación de la poesía es este encuentro. La poesía, afirmación que precede al sentido de lo que es afirmado, es imagen.
(Lo que afirma la poesía se afirma en imagen.) La palabra imagen es engañosa. Parece remitir a un objeto ausente o a una realidad anterior. La poesía parece así remitir a algo que fuera anterior a ella, pero ella es la anterioridad misma, la afirmación que siempre se precede para zafarse del sentido de lo que afirma.
La poesía hoy suele ser afirmación que desestima su sentido o lo rechaza, antes que precederlo. Tiende entonces a convertirse en rechazo de afirmación, para ser mejor rechazo de sentido -y rechazo de la poesía misma como puro poder de afirmar.
Sin embargo, ella se afirma al final como puro rechazo de afirmar, y, en este rechazo que se afirma, es la experiencia de lo que es absolutamente otro, lo extraño y la extrañeza, que quiere siempre realizarse de nuevo.
La poesía, al afirmar de una manera que parece absoluta, se degrada cuando se sirve de este carácter absoluto para afirmar absolutamente algo particular. Se torna profética, autoritaria, ella autoriza la violencia que es afirmación sin palabras. O bien, al contrario, se torna pura afirmación caprichosa, movimiento de efervescencia que se afirma casi al azar.
¿Por qué la poesía, o de una manera general la literatura, se burla hoy del sentido, al que está ligada por ese movimiento de precesión (de ahí el sentimiento de un ligero desfase, de un vacío entre la afirmación y lo que se afirma, a través del cual creemos ver las cosas o el fondo de las cosas, puramente, fuera de su sentido)?
Ocurre que el sentido está "alienado". El sentido, el contenido, pero también más sutilmente el sentido mismo de la forma, pertenecen a un sistema del mundo, a un régimen económico, a un conjunto de valores que se sirven de ese sentido para sus fines propios.
La palabra alienación, recibida de Hegel, más tarde de Marx, indica el movimiento por el cual bien sea la idea, bien sea el hombre se vuelven ajenos a sí mismos afirmándose (esto dicho, naturalmente, simplificando de una manera caricaturesca).
Se trata, pues, también de una extrañeza. Pero esta extrañeza nos resulta cercana (se cree): es la manera de ser que el mundo en que vivimos nos hace vivir sin saberlo en cualquier momento; todos nuestros gestos, todos nuestros pensamientos, todas nuestras palabras están impregnadas de ella. Volverse ajeno a esta extrañeza por un movimiento que extrajera de la alienación el poder-otro que la constituye, con el fin de dirigirla contra la alienación misma, y en primer lugar captarse súbitamente, y casi definitivamente, ajeno a ese mundo alienado, he aquí una experiencia que el pensamiento y la literatura parecen perseguir juntos: en cualquier caso, bien conocida en nuestros tiempos.
Maurice Blanchot
La Nouvelle Revue Française
número 70, París 1958, pp. 637-683
traducido por Isidro Herrera
en ARCHIPIÉLAGO 49/2001
número 70, París 1958, pp. 637-683
traducido por Isidro Herrera
en ARCHIPIÉLAGO 49/2001
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