MESCHONNIC La poética como crítica del sentido
A partir del ritmo como organización subjetiva de una
historicidad, distingo lo hablado y lo oral. Entonces no está más el modelo
binario del signo, lo oral y lo escrito, de acuerdo al patrón de la voz y de la
puesta por escrito.
Sino un modelo triple, lo hablado, lo escrito y lo oral. Lo
oral entendido como una primacía del ritmo y de la prosodia en la enunciación.
Lo oral es entonces una propiedad posible de lo escrito como
de lo hablado. La imitación de lo hablado no es más necesariamente oral.
La identificación tradicional de lo hablado con lo oral llevaba
a tomar -es uno de los clisés contemporáneos- a Céline como modelo de la
oralidad, opuesto a Proust, el ejemplo mismo de un estilo escrito, por consiguiente,
sin oralidad.
La poética invierte en parte esta falsa oposición: en su
larga frase, Proust tiene su propia oralidad, que es la subjetividad de su
ritmo. Mallarmé adivinaba que en la subjetivación la lengua se volvía discurso,
cuando le escribía a Verlaine: "Usted tiene verdaderamente su
sintaxis."
Es por eso que -paradoja solamente para el signo- de
Rabelais a James Joyce, de Gogol a Kafka, la literatura es la realización
máxima de la oralidad.
Lo es cada vez que se lleva a cabo como una subjetivación máxima
del discurso.
Escrita o no, cuando se lleva
a cabo plenamente. La oralidad es la literatura. Es su papel social. Y su
importancia poética. En ese sentido, la oralidad no es una arqueología perdida,
por oposición a su pretendida desaparición en el mundo moderno…
(Tarahumara- Márgen izquierdo eds. 2007
Trad. Hugo Savino)
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