viernes, 6 de mayo de 2022

Adrienne Rich, Cartografías del silencio

 CARTOGRAFÍAS DEL SILENCIO 

1. 

Una conversación empieza

con una mentira. Y cada 


hablante de la supuesta lengua común siente

la escisión del témpano de hielo, la deriva, 


como impotente, como enfrentado a 

una fuerza de la naturaleza.


Un poema puede empezar 

con una mentira. Y ser hecho pedazos. 


Una conversación tiene otras leyes, 

se recarga con su propia


energía espuria. No puede ser hecha 

pedazos. Se infiltra en nuestra sangre. Se repite. 


Inscribe con su irrevocable estilo 

el aislamiento que niega.


2.

 La emisora de música clásica 

que suena hora tras hora en el apartamento, 


el descolgar y descolgar 

y descolgar de nuevo el teléfono. 


Las sílabas que pronuncian 

el viejo guión una y otra vez. 


La soledad del mentiroso 

que vive en la red formal de la mentira,


que gira los diales para ahogar el terror

bajo la palabra no dicha.


3. 

La tecnología del silencio. 

Los rituales, la etiqueta, 


la difuminación de términos, 

silencio no ausencia 


de palabras o música

o incluso sonidos en crudo. 


El silencio puede ser un plan 

rigurosamente ejecutado, 


el cianotipo de una vida. 


Es una presencia, 

tiene una historia, una forma. 


No lo confundas 

con ningún tipo de ausencia.


4. 

Qué apacibles, qué inofensivas 

me empiezan a parecer estas palabras 


aun empezadas en la pena y la rabia. 

Acaso puedo atravesar esta película de lo abstracto 


sin herirme a mí misma o a ti: 

hay suficiente dolor aquí. 


¿Esto es por lo que suena la emisora de música clásica o de jazz? 

¿para dar un fundamento de sentido a nuestro dolor?


5. 

El silencio que (se) desnuda: 

En La pasión de Juana de Arco de Dreyer, 


la cara de Falconetti, el pelo rapado, una gran geografía 

cartografiada sin voz por la cámara. 


Si hubiera una poesía donde esto pudiera ocurrir 

no como espacios en blanco o como palabras


tensas igual que una piel sobre significados,

sino como se hace el silencio al final 


de una noche durante la cual dos personas

han hablado hasta el amanecer. 


6. 

El grito 

de una voz ilegítima. 


Ha dejado de oírse a sí misma, luego 

se pregunta: 


¿Cómo existo? 


Éste era el silencio que yo quería romper en ti.

Yo tenía preguntas pero tú no contestabas. 


Yo tenía respuestas pero a ti no te servían. 

Esto es inútil para ti y quizá para otros.


7. 

Era un tema viejo hasta para mí: 

El lenguaje no lo puede todo. 


Escríbelo con tiza en los muros donde los poetas muertos 

yacen en sus mausoleos. 


Si a voluntad del poeta 

el poema pudiera convertirse en una cosa: 


un flanco de granito al descubierto, una cabeza erguida 

encendida con el rocío. 


Si eso pudiera simplemente mirarte a la cara

con ojos descarnados, sin dejar que te dés la vuelta 


hasta que tú, y yo que ansío hacer esta cosa,

fuéramos por fin clarificadas a la vez en su mirada.


8. 

No. Déjame tener este polvo, 

estas pálidas nubes que, hoscas, se demoran, estas palabras 


que se mueven con feroz precisión 

como los dedos del niño ciego 


o la boca del recién nacido 

violenta de hambre.


 Nadie me puede dar, hace tiempo que he

 adoptado este método 


bien del salvado desparramándose del saco poco tupido 

o de la llama del quemador Bunsen baja y azul. 


Si de cuando en cuando envidio 

las puras anunciaciones al ojo, 


la visio beatifica, 

si de cuando en cuando ansío volverme 


como el hierofante eleusino

que sostiene una sencilla espiga de grano


 para regresar al mundo concreto y eterno, 

lo que en realidad sigo eligiendo 


son estas palabras, estos susurros, conversaciones 

de las que emerge una y otra vez la verdad húmeda y verde.


1975

Adrienne Rich

martes, 19 de abril de 2022

Breton, Blanchot, surrealismo, escritura automática, pensamiento real, juego

 La escritura automática, liberada de la lógica del logos, rechazando todo lo que la emplea y la torna disponible para un empleo, es la proximidad misma del pensamiento, la afirmación que lo afirma, siempre inscrita ya sin transcripción, trazada sin trazos: lo textual. 


De lo cual se seguirá una red de formulaciones necesariamente contradictorias. He aquí algunas. El pensamiento dicta. El dictado automático no significa que lo dicho reproduzca lo pensado, sino que: 


1° pensar es siempre ya el dicho, el indicio de lo que de antemano se destina a la escritura; 


2 se trata del pensamiento ("el funcionamiento real del pensamiento" ) y no de un yo que piensa, de modo que ese dicho, sin entredicho, sin referencia a un poder único de decir, no depende de la iniciativa del sujeto, sino que rechaza la noción de talento, asi como la de obra magistral (obra maestra) y también la de obra, de cultura y hasta de lectura; porque escribir no es leer o dar a leer o hacer legible; nadie sabe por anticipado si la escritura automática sitúa al nivel de la pura ilegibilidad;


3° el funcionamiento real del pensamiento; el término "real" es de los más desventurados cuando se trata del problema de lo surreal; "real debe vincularse con la expresión que lo precisa, cuando, un poco más adelante, se hace alusión al juego desinteresado del pensamiento", 


ese desinterés significa que se suprimen las preocupaciones exteriores estéticas (decir bien), morales (hacer bien, desear bien)- y, por otra parte, todo lo que constituye el yo bajo la protección de la censura y la garantía del remanso: 


el juego desinteresado es la pura pasión, el pensamiento que sigue la inclinación del deseo y como la intensidad de lo que no podria transparecer. 


Pero ¿real? ¿El pensamiento auténtico? No deformado, no encerrado, no alienado. ¿El pensamiento salvaje? 


Real, esa es la tentación a la cual corre el riesgo de sucumbir el surrealismo, cuando se presta a la búsqueda de lo inmediato. 


Con magnífica humildad dice André Breton: "Cada vez creo más en la infalibilidad de mi pensamiento con relación a mi mismo, y es justo. Con todo, en esta escritura del pensamiento en que se está a merced de la primera distracción exterior, pueden producirse 'fallas'. Seria inexcusable tratar de ocultarlo. Por definición, el pensamiento es fuerte e incapaz de encontrarse en falta..." 


Por definición -iPero cuándo está el pensamiento a la altura de su definición? Cuándo es esencialmente fuerte, la fuerza que no podría caer en falta, la energía misma que no sólo pasa a la escritura sino que, dispersándose en ella, se torna el movimiento de escribir en su infinitud? 


¿Podemos entonces afirmar del pensamiento que "es" o que es "real"? Tales palabras son demasiado flojas para designar el pensamiento fuerte, nunca en falta, puesto que sólo nos remiten a lo que estará constantemente en proceso en el surrealismo: no únicamente el realismo vulgar, sino el empirismo y, a través del empirismo, todas las formas en uso de la experiencia (una de las grandes iniciativas surrealistas es precisamente haber separado empirismo y experiencia, realidad y conocimiento). 


O sea que el equívoco del término real y la tentación de lo que de aparentemente fácil tiene lo inmediato serán responsables de la vinculación que se establecerá entre la escritura inmediata y una exigencia de continuidad. Como si el pensamiento, murmullo inagotable, presencia por sí mismo en un devenir igual e ininterrumpido, no cesara de comunicar, de la vigilia al sueño, voz siempre parlante y siempre para oir, y al comunicar, no cesara de estar en comunicación con todo, en continuidad con el todo.


¿Y cómo imaginar, si se habla de lo real, que pueda haber huecos en lo que es, una carencia en el universo, un vacío que no horrorizara a la naturaleza? 


De ahí esa IDEOLOGÍA DE LO CONTINUO de la cual sólo empezamos a liberarnos y de la cual el surrealismo (rebajado por algunos hasta el bergsonismo) es menos culpable que victima, como lo fue Freud y como lo fueron tantas concepciones científicas, políticas y sociológicas  


-ideologia que es fácil de resumir, si depende de dos proposiciones: el mundo -lo real- es continuo; lo discontinuo es lo continuo tal como se manifiesta al hombre incapaz de, tener conocimiento de él y formular su expresión. 


Lo continuo remite a la plenitud del ser; lo discontinuo proviene del conocer, señal de nuestra pobreza (en tanto que, más rigurosamente entendidos, continuo y discontinuo son uno y otro signos de problemáticas diferentes: 


el uno identifica subrepticiamente la realidad a un modelo -el continuo- que no da como modelo, que da por lo único realmente real; 


el segundo afirma que el conocer no es ser alterado y disminuido, el ser menos algo, sino el menos que, producido como acto determinado de lenguaje y de pensamiento, permite esa modalidad nueva, ese cambio radical, esos excesos prodigiosos que son consecuencia de la palabra y el saber todavía nunca sabido). 



Juego: con esta palabra se designa lo único serio que vale. El juego es la provocación mediante la cual lo desconocido, dejándose tomar a juego, puede entrar en comunicación. Se juega con lo desconocido, es decir, con lo desconocido como apuesta. El azar es el signo. El azar se da en un encuentro. El azar introduce, tanto en el pensamiento como en el mundo, en lo real del pensamiento como en la realidad exterior, lo que no se halla, lo que no se encuentra nada más que en el encuentro. 


La escritura automática es entonces la infalibilidad de lo improbable, lo que por definición no cesa de ocurrir y, sin embargo, sólo ocurre excepcionalmente en la incertidumbre y fuera de toda promesa: en todo momento, pero en un momento imposible de determinar, en el de la sorpresa. 


Debido al azar se produce una relación que ya no se funda sobre la continuidad. Lo dicen André Breton y Paul Eluard en su comentario conjunto sobre la POESÍA: "Lo que se crea es la carencia y el hueco", desacreditando la concepción de la plenitud homogénea que se traduciría en cierto modo realmente en el lenguaje y que el lenguaje daría a leer inmediatamente.


Ruptura, carencia, hueco, he aquí la trama de lo textual (lo de dentro, lo de fuera el "tejido capilar") al cual tenemos acces por la inaccesibilidad de la poesía.


La búsqueda de lo inmediato pasa por lo indirecto.

De lo que no fue ni sistema, ni escuela, ni movimiento artístico o literario, sino pura práctica de existencia (práctica de conjunto que encerraba su propio saber, una teoría práctica) no se podría hablar en tiempo determinado. Hablar en pasado, sería historia: una gran historia (la historia del surrealismo sólo tiene un interés de erudición, sobre todo si la concepción de la historia no está modificada por el tema mismo, y hasta ahora no se vislumbra nada que justifique posibilidad). 


En cuanto al presente o el futuro, así como no podríamos sostener que el surrealismo se ha así ha realizado (perdiendo entonces más de la mitad de lo que lo identifica: todo lo que va delante de él), tampoco podemos decir que es real a medias, que está en vías de realización, en devenir. 


Lo que lo constituye como requerimiento absoluto, y tan urgente que, por él, aunque sea de la manera más fortuita, que la espera se abre a lo inesperado, impide remitirlo al porvenir para que se cumpla o tome forma. 


Hablar del surrealismo es hablar sin autoridad y más más bien a media voz, no dirigiéndose a nadie, quizá, sin embargo, a quien ha traspuesto la frontera y ha quebrado la soledad última. No es hablar como de un bien común (¿común a quién?), ni como de un bien propio, no es un bien, y no pertenece a nadie. 


Sólo supongo que aquellos peligrosamente investidos del poder de representarlo saben que, aun si no tiene ni presente, ni futuro, ni pasado, el surrealismo puede a cada instante levantarse ante ellos y reclamar justicia, exigiendo una forma de cumplimiento de acuerdo al sentido que le hayan dado. 


No hay más juicio final que esa exigencia en virtud de la cual cual lo invisible, algo que no existe, será medido por las obras, los actos, el silencio, la resolución práctica, es decir, la vida y la muerte, en un juego conjunto, de todos los que hayan pretendido darle una prueba.


Manifestación de lo no-manifiesto. 



Maurice Blanchot

EL MAÑANA JUGADOR

Sobre el porvenir del surrealismo

en "LA REVOLUCIÓN SURREALISTA

a través de André Bretón"

Monte Ávila eds. 1970