Lo bello natural se contrapone a lo bello digital. En lo bello digital, la negatividad de lo distinto se ha eliminado por completo. Por eso es totalmente pulido y liso. No debe contener ninguna desgarradura. Su signo es la complacencia sin negatividad: el «me gusta». Lo bello digital constituye un espacio pulido y liso de lo igual, un espacio que no tolera ninguna extrañeza, ninguna alteridad.
Lo bello digital proscribe toda negatividad de lo no idéntico. Solo tolera diferencias consumibles y aprovechables. La alteridad deja paso a la diversidad. El mundo digitalizado es un mundo que, por así decirlo, los hombres han sobrehilado con su propia retina.
Este mundo humanamente interconectado conduce a estar de manera continua mirándose a sí mismo. Cuanto más densa se teje la red, tanto más radicalmente se escuda el mundo frente a lo otro y lo de fuera. La retina digital transforma el mundo en una pantalla de imagen y control. En este espacio autoerótico de visión, en esta interioridad digital, no es posible ningún asombro. Los hombres ya solo encuentran agrado en sí mismos.
La temporalidad de lo bello digital es el presente inmediato sin futuro, es más, sin historia. Simplemente está delante. A lo bello natural le es inherente una lejanía. «Se oculta en el instante de la mayor cercanía». Su aura de lejanía lo sustrae a todo consumo.
Byung-Chul Han
La salvación de lo bello
Traducción de Alberto Ciria
Ed. Herder 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario