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martes, 6 de marzo de 2018

Byung-Chul Han La salvación de lo bello natural

Lo bello natural se contrapone a lo bello digital. En lo bello digital, la negatividad de lo distinto se ha eliminado por completo. Por eso es totalmente pulido y liso. No debe contener ninguna desgarradura. Su signo es la complacencia sin negatividad: el «me gusta». Lo bello digital constituye un espacio pulido y liso de lo igual, un espacio que no tolera ninguna extrañeza, ninguna alteridad.

Lo bello digital proscribe toda negatividad de lo no idéntico. Solo tolera diferencias consumibles y aprovechables. La alteridad deja paso a la diversidad. El mundo digitalizado es un mundo que, por así decirlo, los hombres han sobrehilado con su propia retina.

Este mundo humanamente interconectado conduce a estar de manera continua mirándose a sí mismo. Cuanto más densa se teje la red, tanto más radicalmente se escuda el mundo frente a lo otro y lo de fuera. La retina digital transforma el mundo en una pantalla de imagen y control. En este espacio autoerótico de visión, en esta interioridad digital, no es posible ningún asombro. Los hombres ya solo encuentran agrado en sí mismos.

La temporalidad de lo bello digital es el presente inmediato sin futuro, es más, sin historia. Simplemente está delante. A lo bello natural le es inherente una lejanía. «Se oculta en el instante de la mayor cercanía». Su aura de lejanía lo sustrae a todo consumo.

Byung-Chul Han
La salvación de lo bello
Traducción de Alberto Ciria
Ed. Herder 2015

Byung-Chul Han La salvación de lo bello

(SALVARLO) La estética de lo bello es un fenómeno genuinamente moderno. No será hasta la estética de la modernidad cuando lo bello y lo sublime se disgreguen uno de otro. Lo bello queda aislado en su positividad pura. El sujeto de la modernidad, al fortalecerse, hace de lo bello algo positivo convirtiéndolo en objeto de agrado.

Con ello, lo bello resulta opuesto a lo sublime, que a causa de su negatividad en un primer momento no suscita ninguna complacencia inmediata.

La negatividad de lo sublime, que lo distingue de lo bello, vuelve a resultar positiva en el momento en el que se la reduce a la razón humana. Ya no es lo externo, ya no es lo completamente distinto, sino una forma de expresión interior del sujeto.
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La metafísica platónica de lo bello contrasta en gran medida con la estética moderna de lo bello como estética de la complacencia, que confirma al sujeto en su autonomía y autocomplacencia en lugar de conmocionarlo.

De manera consecuente, la estética moderna de lo bello comienza con la estética de lo terso. Para Edmund Burke, lo bello es sobre todo lo terso. Los cuerpos que deparan deleite al tacto no deben ofrecer ninguna resistencia. Tienen que ser tersos. Es decir, lo terso es una superficie optimizada, sin negatividad. Lo terso causa una sensación que queda completamente libre de dolor y de resistencia.
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Lo bello agrada al sujeto porque estimula el concierto armónico de las facultades cognoscitivas. El sentimiento de lo bello no es otra cosa que el «placer por la armonía de las facultades cognoscitivas», por la armónica «sintonización de las fuerzas cognoscitivas», la cual es esencial para el trabajo del conocimiento.

En Kant, en última instancia, el juego se subordina al trabajo, es más, al «negocio». Aunque lo bello no produce por sí mismo conocimiento, sin embargo, entretiene y mantiene a punto el mecanismo cognoscitivo.

En presencia de lo bello, el sujeto se agrada a sí mismo. Lo bello es un sentimiento autoerótico. No es un sentimiento de objeto, sino de sujeto. Lo bello no es algo distinto por lo cual el sujeto se dejara arrebatar. La complacencia por lo bello es la complacencia del sujeto por sí mismo.
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Ni lo bello ni lo sublime representan lo distinto del sujeto. Más bien son absorbidos por su intimidad. Una belleza distinta, es más, una belleza de lo distinto, solo se habrá recobrado cuando se le vuelva a conceder un espacio más allá de la subjetividad autoerótica.

Pero no sirve de nada el intento de poner lo bello bajo sospecha general declarándolo el germen de la cultura del consumo, ni de hacer que se enfrente a lo sublime a la manera posmoderna.

Lo bello y lo sublime tienen el mismo origen. En lugar de contraponer lo sublime a lo bello, se trata de devolver a lo bello una sublimidad que no quepa interiorizarla, una sublimidad desubjetivizante: se trata de revocar la separación entre lo bello y lo sublime.

Byung-Chul Han
La salvación de lo bello
Traducción de Alberto Ciria
Ed. Herder 2015