jueves, 4 de abril de 2019

Nancy, ser-con, amor, prójimo, sentido

(OTRO: infinita distancia y proximidad en el SER-CON) La proximidad del prójimo es la distancia ínfima, íntima, pero también infinita, y cuya resolución está en lo Otro. El prójimo es lo alejado por excelencia -y por eso la relación con él se presenta
1) como un imperativo,
2) como el imperativo de un amor,
y 3) de un amor que sea «como el amor a uno mismo».
El amor propio no es aquí el egoísmo en el sentido de una preferencia por uno sobre los demás (lo que sería contradictorio con el mandato), sino el egoísmo en el sentido del privilegio de uno mismo, del sí propio, como modelo cuya imitación proporciona el amor por los demás.
Hay que amar en el otro al sí propio, pero recíprocamente, el sí propio en mí es lo otro que el ego, su intimidad sustraída.
Por esto se trata de «amor»: este amor no es un modo posible de la relación, sino que designa la relación misma en el seno del ser -incluso en lugar del ser-, y esta relación, de lo uno en lo otro, entonces, como relación infinita de lo mismo con lo mismo en tanto que originariamente distinto de sí mismo.
Así, el «amor» es el abismo de sí en sí, es la «dilección» o el «tomar cuidado» de lo que del origen se escapa o falta: consiste en tomar cuidado de esta retirada y en esa retirada.
De ahí que este amor sea «caridad»: es consideración de la caritas, del precio o del valor extremo, absoluto y por tanto inestimable de lo otro en cuanto otro, es decir, como sí-retirado-en-sí.
Este amor dicta el valor infinito de lo que está infinitamente recogido: la inconmensurabilidad del otro. El mandato de este amor se enuncia, en consecuencia, por lo que es: el acceso a lo inaccesible.
Ahora bien, no basta con desacreditar este amor a causa del idealismo abusivo o de la hipocresía religiosa. Se trata más bien de desconstruir la cristiandad y el sentimentalismo de un imperativo cuyo carácter abiertamente excesivo, claramente exorbitado, debe alertamos -incluso diría: se ha hecho, evidentemente, para alertarnos.
Se trata de preguntarse por cuál sea el «sentido» (o el «deseo») de un pensamiento o de una cultura que se da un fundamento del que el enunciado denuncia la imposibilidad, y preguntarse por hasta dónde y cómo la «locura» de este amor expondría la medida inconmensurable de la constitución misma del «sí» y de lo «otro», del «sí» en lo «otro».
Habría entonces que comprender cómo, en esta constitución -y así, en el seno y el reverso exactos del judeo-cristianismo-, la dimensión del con aparece y desaparece a la vez.
Por una parte, la proximidad del prójimo señala lo «cerca» del «con» ( el apud hoc de su etimología en francés: aupres ). Incluso se puede añadir, sin duda, que delimita y resalta este «cerca» por sí mismo, como una contigüidad y una simultaneidad del ser-cerca-de en cuanto tal, sin otra determinación.
Es decir, que el «prójimo» no es ya el «próximo» de la familia o de la tribu, al que remitiría quizá la primera acepción del precepto bíblico; no es el próximo de la gens ni de la philía o de la fratría, se sustrae a toda esta lógica del grupo o del conjunto, a la lógica de la comunidad de naturaleza, de sangre, de procedencia, de principio y de origen.
La medida de lo «próximo» ya no está dada, y el «cerca de», el «junto a» se exhibe desnudo, sin medi-da: la asociación, la multitud, la masa se vuelven posibles -hasta el hacinamiento de las fosas de cadáveres anónimos o la pulverización de la ceniza colectiva.
La proximidad del prójimo, como pura distancia, pura disposición, puede a la vez contraer y dilatar al extremo esta disposición. En el ser-unos-con-otros universal, el en de lo en-común se hace puramente extensivo y distributivo.
En consecuencia, se encuentran en lo más profundo de toda nuestra tradición, superpuestas, entrelazadas y opuestas, dos medidas de lo inconmensurable: según el Otro, y según el con.
Lo íntimo y lo próximo, lo mismo y lo otro, designan en su mutua remisión un «no ser con», y de este modo un «no ser en sociedad», un Otro de lo social en que lo social mismo -o común como ser o como sujeto común- estaría ante sí, en sí y para sí: la mismidad misma de lo otro y como Otro.
El ser-con designa por el contrario lo otro que no vuelve nunca a lo mismo, la pluralidad de los orígenes. La justa medida del con, o más exactamente, el con o el ser-con como justa medida, como justeza y como justicia, es entonces la medida de la disposición como tal: la medida de la distancia de un origen a otro origen.
Jean-Luc Nancy
SER SINGULAR PLURAL
trad. Antonio Tudela
Ed. Arena Libros 2006


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