Esto nos parece lo esencial: si en Sartre se denomina RÉGARD (Mirada) al poder del Otro para anular mi "pour-soi" (o al Poder con el que yo busco anular la trascendencia del Otro), en Lévinas se denomina VISAGE (Rostro) al poder de resistencia de la trascendencia e infinito del otro para oponerse a mi poder.
Aunque la primera impresión, tras este acercamiento a las posiciones de los autores, sea la de que la distancia que los separa es abismal, la realidad es que guardan un aspecto en común que nos permitirá llevar a cabo nuestro objetivo: ambos autores otorgan, como podemos comprobar, una gran importancia a la presencia del Otro, a la altura de su poder, relevancia y trascendencia.
La diferencia radica, como señalábamos antes, en la percepción que tienen los dos autores de ese Otro. Hay una persecución del yo por parte del Otro en Sartre y una obsesión del Otro por parte del Mismo en Lévinas: parece como si ni en Sartre ni en Lévinas pudiera "quitarme al Otro de encima", lo que ya vendría a anunciar una predominancia, una primordialidad de la presencia del Otro, de su mirada o de su apelación a mí: como si siempre le llevara conmigo, en lo más interior de mí, de modo que si se me desentrañase, con seguridad aparecerían los Otros, mis Otros ... -pero también "el Otro" desconocido, lejano, el que aún no ha venido.
En el caso de Sartre, la persecución es amenazante, vigilante, acechante, mientras que en el caso de Lévinas, el Otro apela al Yo bajo la figura de la responsabilidad.
Aunque la primera impresión, tras este acercamiento a las posiciones de los autores, sea la de que la distancia que los separa es abismal, la realidad es que guardan un aspecto en común que nos permitirá llevar a cabo nuestro objetivo: ambos autores otorgan, como podemos comprobar, una gran importancia a la presencia del Otro, a la altura de su poder, relevancia y trascendencia.
La diferencia radica, como señalábamos antes, en la percepción que tienen los dos autores de ese Otro. Hay una persecución del yo por parte del Otro en Sartre y una obsesión del Otro por parte del Mismo en Lévinas: parece como si ni en Sartre ni en Lévinas pudiera "quitarme al Otro de encima", lo que ya vendría a anunciar una predominancia, una primordialidad de la presencia del Otro, de su mirada o de su apelación a mí: como si siempre le llevara conmigo, en lo más interior de mí, de modo que si se me desentrañase, con seguridad aparecerían los Otros, mis Otros ... -pero también "el Otro" desconocido, lejano, el que aún no ha venido.
En el caso de Sartre, la persecución es amenazante, vigilante, acechante, mientras que en el caso de Lévinas, el Otro apela al Yo bajo la figura de la responsabilidad.
Debe precisarse, como ya anunciábamos, que mientras que el "pour-soi" sartreano parece poder ser más intercambiable, sin embargo, en Lévinas el Rostro es un privilegio (ético) del Otro, de modo que a la pregunta de si el Otro sartreano también es "pour-soi" podría responderse fácilmente que sí, mientras que a la pregunta de si también yo soy un Rostro la respuesta sería más comprometida en Lévinas. Es más, Lévinas parece no contar con ello.
El Rostro es una noción ética, es un derecho del Otro que no me corresponde a mí esgrimir o enarbolar -¡aunque un tercero sí podría hacerlo por mí, en mi lugar!. O mejor dicho, que no me corresponde a mí reivindicar para mí.
El Rostro es un "dispositivo" ético (aunque hablar en estos términos quizá no complaciese a Lévinas) a favor del Otro, porque yo "le veo" y "escucho" el Rostro al Otro, mientras que no es ése el caso, como si yo pudiera revindicar que ¡Yo (también) soy un Rostro!
La mirada como expresión del poder del Mismo es no sólo empobrecedora de la trascendencia del Otro, sino violentadora porque no logra adentrarse verdaderamente en el otro, por lo que se diría, si se me permite, que intenta forzar dicho adentramiento, casi violar al Otro que se nos presenta.
Aunque, bien visto, no se trata de "adentrarse" en el Otro, pues uno no puede "entrar" en el Otro, sino que más bien habríamos de decir que no deja al Otro ser por sí mismo o, como diría Lévinas, "kat' autó", ya que si el Otro es también sujeto y para-sí (como hemos ido anunciando), no puede ser captado como algo cerrado y abarcable por completo.
Ciertamente, tanto Sartre como Lévinas han llamado la atención acerca de la trascendencia del Otro, pero no cabe duda de que el gran pensador de dicha trascendencia (y de su reconocimiento por parte del Mismo) es Lévinas, que ha hecho de tales trascendencia y reconocimiento una experiencia ética.
Rostro y Mirada se contraponen porque el Rostro siempre desborda (es decir, es Rostro justamente en la medida en que desborda) la imagen que busca el Mismo, y con la que se conforma la Mirada: el Rostro es el secreto, el misterio o el enigma que escapa a toda mirada.
Por eso, según Lévinas, lo que define la humanidad del hombre es una impotencia, la impotencia del YO de no poder asumir por completo al OTRO.
Elisa Fernández Bascones
MIRADAS CRUZADAS
La alteridad en Sartre y Levinas
Ed. Fundación GORDION 2017
Observatorio de Religiones Comparadas
Colección Malamatiya
MIRADAS CRUZADAS
La alteridad en Sartre y Levinas
Ed. Fundación GORDION 2017
Observatorio de Religiones Comparadas
Colección Malamatiya
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