domingo, 28 de julio de 2019

John Gray, ateísmos!

SIETE  TIPOS  DE  ATEÍSMO 
El primero de ellos (el denominado \"nuevo ateísmo\" - incluye a Dawkins y demás: concibiendo la religión como un sistema de creencias, la han atacado como si no fuera más que una teoría científica obsoleta. De ahí el \"debate sobre Dios\", una tediosa repetición de la antigua querella victoriana entre ciencia y religión. Pero la idea de que la religión no consiste más que en un puñado de teorías desacreditadas es en sí una teoría desacreditada: una reliquia de esa filosofía decimonónica que fue el positivismo) contiene poco que sea novedoso o interesante y tras el primer capítulo, ya no volveré a referirme a él.
El segundo tipo es el humanismo laico o secular, una versión hueca de la creencia cristiana en la salvación a través de la historia.
En tercer lugar, está el tipo de ateísmo que crea una religión a partir de la ciencia, una categoría en la que se incluyen el humanismo evolucionista, el mesmerismo, el materialismo dialéctico y el transhumanismo contemporáneo.
En cuarto lugar, están las religiones políticas modernas, desde el jacobinismo hasta el comunismo, pasando por el nazismo y el liberalismo proselitista contemporáneo.
En quinto lugar, está el ateísmo de quienes odian a Dios, como el marqués de Sade, Iván Karamázov (el personaje de ficción de Dostoievski) y el propio Wiliam Empson.
En sexto lugar,  hablaré de los ateísmos de Georges Santayana y Joseph Conrad, que rechazan la idea de un dios creador y no compensan ese rechazo con devoción alguna pr la \"humanidad\".
Y en séptimo (y último) lugar, está el ateísmo de Arthur Schopenhauer y las teorías negativas de Baruch Spinoza y el fideísta judeorruso del siglo XX Lev Sestov, que apuntan, de diferenten formas, a un Dios que trasciende cualquier concepción humana.
No tengo interés alguno en convertir a nadie a ninguno de estos ateísmos ni en hacer que nadie reniegue de ninguno de ellos. Pero dejaré muy claras mis propias preferencias al respecto. En concreto, rechazo las cinco primeras variedades y me inclino por las dos últimas, que son las de aquellos ateísmos encantados de vivir en un mundo tal cual es, sin dioses o con un Dios innombrable.

CONCLUSIÓN. VIVIR SIN FE NI DESCREIMIENTO El Dios del monoteísmo no murió; sólo hizo mutis por el foro durante un tiempo para reaparecer transmutado en humanidad: en la especie humana caracterizada como un actor colectivo en busca de su propia realización a través de la historia. Pero, al igual que el Dios del monoteísmo, la humanidad es una creación de la imaginación. La única realidad observable es el multitudinario animal humano, con sus objetivos, valores y modos de vida contradictorios o en conflicto. Como objeto de culto, esta no muy bien avenida especie presenta ciertos inconvenientes. 

El monoteísmo a la antigua tenía el mérito de admitir que era muy poco lo que se podía saber de Dios. Ya desde tiempos del profeta Isaías, los fieles han venido reconociendo que la Divinidad posiblemente optó en su día por retirarse del mundo. A la espera de alguna señal de la presencia divina, lo único que han encontrado ha sido un deus absconditus, un Dios ausente. La consecuencia final de intentar abolir el monoteísmo es similar. Varias generaciones de ateos han vivido con la esperanza de la llegada de una especie verdaderamente humana: los obreros comunales de Marx, los individuos autónomos de Mill o el absurdo Übermensch de Nietzsche, entre muchos otros. No se conocen avistamientos de ninguna de estas criaturas fantásticas en parte alguna. La especie verdaderamente humana sigue haciéndose tan cara de ver como cualquier Divinidad. 

La humanidad es el deus absconditus del ateísmo moderno. Un ateísmo auténticamente librepensador comenzaría por cuestionarse la actualmente imperante fe en la humanidad. Pero pocas posibilidades hay de que los ateos contemporáneos renuncien a su veneración a ese fantasma. Sin la fe en que son la vanguardia de una especie que avanza, difícilmente podrían seguir adelante. Sólo sumiéndose en semejante sinsentido pueden dar sentido a sus vidas. Sin él, estarían abocados al pánico y a la desesperación. Según las grandiosas teorías que los ateos de hoy en día han heredado del positivismo, la religión irá desvaneciéndose a medida que la ciencia avance. Pero aunque la ciencia está avanzando más deprisa que nunca antes, la religión no deja de prosperar, violentamente incluso.

 Los creyentes laicos aseguran que eso es sólo una breve incidencia, que, al final, la religión entrará en declive y se apagará. Pero la airada perplejidad que les está produciendo este resurgimiento de las religiones tradicionales es una buena muestra de que ni ellos mismos creen en sus teorías. Para ellos, la religión es tan inexplicable como el pecado original. 

Los ateos que demonizan la religión se enfrentan a un problema del mal tan irresoluble como aquel al que se ha enfrentado tradicionalmente el cristianismo. Si ustedes quieren entender el ateísmo y la religión, deben olvidarse de la popular creencia de que son términos antónimos. Si consiguen ver lo que una teocracia milenarista del Münster de principios del siglo XVI tiene en común con la Rusia bolchevique y la Alemania nazi, tendrán una visión más clara del panorama moderno y contemporáneo. Si logran apreciar lo poco que separa a las teologías que afirman la inefabilidad de Dios de ciertos tipos de ateísmo, aprenderán algo muy importante acerca de los límites de la comprensión y el conocimiento humanos. 

El ateísmo contemporáneo es una continuación del monoteísmo por otros medios. De ahí la interminable sucesión de sustitutos de Dios, como la humanidad, la ciencia, la tecnología o las humanísimas aspiraciones del transhumanismo. Pero no hay por qué ceder al pánico ni a la desesperanza. 

La fe y el descreimiento son posturas que la mente adopta frente a una realidad inimaginable. Un mundo sin Dios es tan misterioso como un mundo bañado de divinidad, y la diferencia entre ambos tal vez sea menor de lo que piensan.

John Gray 
SIETE TIPOS DE ATEÍSMO 
Ed. Sexto Piso 2018

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